El argumento cuenta la fantástica historia de un muchacho bondadoso y genuino que tenía en mente cumplir una fantasía. Se enteró de un casting y fue. Se enteró de otro y también fue, pero no tenía suerte. Quizá era su presencia, su modestia, su falta de voz, su prepotencia, sus mallas rosas apretadas a su piel sin calzoncillos debajo. Era como si todo el universo se hubiese puesto en contra para que no realizase su propósito. A veces se sentía víctima de ser como era: especial, perfecto con defectos a cada paso, peculiar y sobre todo bondadoso y genuino. Su honradez le hizo divagar por grandes ciudades y muchos productores vieron sus habilidades, pero solo le llegaban ofertas para ser un pornostar. El muchacho las refutó y descubrió que el mundo era un sitio lleno de gánsteres mafiosos dispuestos a todo por conseguir sus objetivos. Le ofrecieron protagonizar Tinquiwinqui y su enorme espada, abriéndole una maleta llena de dinero de muchos colores y tres noches de hotel en las islas Canarias para dos personas y un amigo extra. Todo aquello era tentador, pero dijo que no. Intentaron mejorar la oferta y le obsequiaron con una bicicleta nueva, un DVD portátil y un lote de productos de belleza femenina para todo un mes. El chico dudó, pero continuó diciendo que no hasta que le ofrecieron todo lo anterior más un regalo sorpresa. Su desesperación era enorme, y la curiosidad por saber qué había en su interior estuvo a punto de hacerle perder la cordura, pero también se negó. Era como si el propio demonio se hubiese apoderado del universo para sacarle el jugo mágico y caer en la tentación. Su sueño era cantar en Eurovisión, con sus mallas rosas apretadas a su piel sin calzoncillos debajo, y tenía que conseguirlo. Fue a una prueba de sonido, a un casting de pies, a uno de torsos desnudos, a otro de un anuncio de jabón para hipopótamos, a uno de azafatas y a otro de recepcionista de unas conferencias de fisioterapia, y nunca conseguía pasarlos. Después de un intento fracasado de probar un desodorante bucal con un producto con demasiado alcohol quedó confundido. Reflexionó sentado en un banco del parque y sintió la necesidad de plantearse si era ese el mejor camino a seguir. Estaba solo, hasta que de pronto apareció una anciana con el pelo muy blanco y bigote de unos días y empezaron a hablar. Le contó que era muy vieja y que aún estaba persiguiendo su sueño. Su mayor deseo era cantar un dúo con Céline Dion en una discoteca llamada el Bulevar de Nueva York; todavía no había renunciado a ello: «Mientras haya oxigeno hay esperanza, guapo», le dijo antes de irse a velocidad de tortuga mientras arrastraba su pierna de madera.Sus palabras fueron sabias y le infundieron la suficiente autoestima para no tirar la toalla. Se levantó del banco recién pintado y con la pintura marrón chorreando de su traje vio que en una farola había un anuncio que ponía: «Casting para cantar en Eurovisión. Hoy a las 18:00 horas». Miró el reloj y se percató de que solo faltaban veinte minutos. Arrancó el papel en que ponía la dirección y corrió velozmente hasta llegar a la prueba. Llegó cuando aún faltaban dos minutos y como no quedaba ningún otro participante le tocó a él. Se relajó e intentó no ponerse nervioso. Sabía que aquella podía ser su última oportunidad; tenía que acertar con la canción, con el ritmo, con el baile, con la entonación y todo ello hacerlo de forma bondadosa y genuina. El muchacho cantó y cantó hasta que le hicieron callar. Preguntó si les había gustado y el jurado le dijo que nunca habían escuchado a nadie que cantase y bailase tan mal la Macarena con unas mallas rosas tan apretadas a la piel y sin calzoncillos debajo. El chico se fue disgustado y juró y perjuró que nunca dejaría de luchar por su sueño. Y así pasaron los días, los meses y los trienios hasta hoy. Ese chico bondadoso y genuino soy yo, y continúa firme en esa idea. No me gusta, ni siquiera lo veo, y mucho menos soy fanático o euro fan, pero distrae. Eurovisión es como la calvicie, pierde pelo año tras año, pero eso sería una excusa demasiado superficial. Aquella mujer tenía razón, tiene que haber esperanza hasta el final. Todos nos merecemos otra oportunidad.